miércoles, 24 de marzo de 2010

Una genialidad de Kipling. "SI"


Si puedes llevar la cabeza sobre los hombros
bien puesta,... cuando otros la pierden y de ello
te culpan;
Si puedes confiar en tí cuando todos de tí dudan, ...
pero tomas en cuenta sus dudas;
Si puedes esperar sin que te canse la espera,
o soportar calumnias sin pagar con la misma
moneda,
o ser odiado sin dar cabida al odio, ...
y no por eso parecer demasiado bueno o sabio;

Si puedes soñar sin que tus sueños te dominen;
Si puedes pensar sin que tus pensamientos sean
tu meta;
Si puedes habértelas con Triunfo y Desastre
y tratar por igual a ambos farsantes;
Si puedes tolerar que los bribones
tergiversen la verdad que has expresado
y la convierten en trampa para necios,
o ver en ruinas la obra de tu vida
y agacharte y reconstruirla con viejas
herramientas;

Si puedes hacer un atado con todas tus
ganancias
y arrojarlas al capricho del azar,
y perderlas y volver a empezar desde el principio
sin que salga de tus labios una queja;
Si puedes poner al servicio de tus fines el corazón,
el entusiasmo y la fortaleza, aún agotados,
Y resistir aunque no te quede ya nada..,
Salvo la voluntad que te diga ¨Adelante!¨;

Si puedes dirigirte a las multitudes sin perder la
virtud,
y codearte con reyes sin perder la sencillez;
Si no pueden herirte amigos ni enemigos;
Si todos cuentan contigo en demasía;
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de esfuerzo denodado,
Tuya es la Tierra y cuanto en ella hay,
Y más aún,
Serás un hombre, hijo mío!

Rudyard Kipling

jueves, 11 de marzo de 2010

El hilo de Ariadna (otro post encontrado que me pareció muy bueno para compartir)


Ariadna, era considerada la «Señora del Laberinto». Fue especialmente adorada en Naxos, Delos, Chipre y Atenas.

Para Homero y en la mitología griega posterior, los orígenes divinos de Ariadna se diluyeron. Para los mitógrafos atenienses la mentora del fundador de Atenas es Palas Atenea y Ariadna no es más que un trofeo.

De esta forma para los griegos Ariadna pasó a ser conocida como la hija de Minos y Pasífae, los reyes de Creta. A cambio de la paz, los atenienses debían enviar siete hombres jóvenes y siete doncellas cada año para alimentar al Minotauro.

Un día llegó a Cnosos Teseo, el joven héroe, el justiciero del oráculo de Delfos, el de las sandalias doradas y la espada mágica, el más valiente de todos los guerreros; cosa que un simple torito no lo asustaría y se encolerizó cuando recibió la noticia del terrible tributo y más aun cuando supo que fue escogida la hermana menor de su mejor amigo como una de las doncellas que iban a ser sacrificadas. Sin lugar a dudas había llegado la hora de terminar con el cruel ritual.

Partió decidido rumbo al palacio del rey Minos, donde fue recibido por Ariadna, y de inmediato surgió una gran atracción entre ellos, que permitió a la joven princesa comprender los airados reclamos de Teseo y le manifestó que estaba segura que su padre lo dejaría encontrarse con el Minotauro, pero aunque lo venciera no podría salir nunca del perfecto laberinto. Entonces Teseo solicita ayuda y Ariadna acepta ser cómplice en esta aventura contra su padre y entrega al joven héroe un ovillo con hilo de oro que debería ir desenrollando en su camino rumbo al laberinto donde se enfrentaría con el monstruo.

Los dos jóvenes realizaron toda la operación, el rey Minos aprobó el duelo de Teseo con el Minotauro, teniendo la certeza que en el muy improbable caso que Teseo derrotara al fantástico ser, no podría salir jamás del laberinto y nadie se enteraría del resultado de la pelea. Teseo, entró y luchó en un largo y sangriento combate con el Minotauro, hasta que su espada mágica pudo más que los afilados cuernos y mató al monstruoso toro, después pudo volver recorriendo el camino de salida siguiendo el hilo de oro que le había proporcionado Ariadna, pero todavía quedaba burlar a los soldados de Minos que rodeaban el laberinto de Cnosos.

Escondidos en un lugar secreto cerca a la salida lo esperaban Ícaro y su padre Dédalo, con sus alas de cera desplegadas para ayudarlo en la huida, de improviso llega a la escena Ariadna y reclama que la lleven también a ella, por que pronto el rey Minos se enteraría de su traición y sería castigada. Teseo accedió a la petición y los cuatro volaron hacia la isla de Rodas pasando sobre los atónitos guardias que no pudieron intervenir.

Después de todo lo sucedido, Ariadna había creído que el amor que sentía por el joven héroe era correspondido y se entregó a una intensa pasión en los brazos de Teseo, pero sólo un tiempo después, el joven héroe, le dijo que debía marcharse, por que tenía que proseguir con su peligrosa misión, todavía tenia que enfrentarse a Medea y sus dragones y evidentemente no estaba para cargar con una nueva responsabilidad tan grande como el matrimonio.

Las siguientes semanas Ariadna las pasó desconsolada y decidida a dejarse morir de amor, nadie ni nada pudo convencerla, cada día era mayor su debilidad. Mediante un gran silencio Ícaro y Dédalo demostraban su respeto por la decisión de la joven princesa, aun con todo su ingenio esta vez no podían inventar nada para hacerla cambiar de opinión. Cuando de repente comenzó a sonar una dulce y alegre melodía que lo inundaba todo con una especie de frenesí, era Dionisio y su comparsa, y apenas llegó se interesó de inmediato por la salud de Ariadna y le dio de beber su más preciado vino, junto con largas dosis de comprensión, escuchó y habló con respeto e inteligencia y en menos de lo que nadie hubiera imaginado, Ariadna estaba completamente curada, tres meses más tarde Dionisio y Ariadna se casaban en Cnosos, en una gran fiesta que fue comentada en todas las islas por muchos años.

Con el tiempo, Ariadna se convertió en la primera de las bacantes y fue reconocida en muchos lugares como la reina del vino. Los dos jóvenes amantes vivieron felices difundiendo alegremente las virtudes del vino, por los siglos de los siglos.