viernes, 26 de septiembre de 2008

Gabriel Ernesto Araújo Liporace extracta joyas sueltas de Federico García Lorca.

Yerma

Yerma: No. No me repitas lo que dicen. Yo veo por mis hijos que eso no puede ser… A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras éstas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada. “Los jaramagos no sirven para nada”, pero yo bien los veo mover sus lores amarillas en el aire.

María:… ¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?
Yerma: Sí.
María: Pues lo mismo,… pero por dentro de la sangre.

Vieja 1: Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así como el mundo.

Vieja 1: No hay en el mundo fuerza como la del deseo.

Yerma: Yo no pienso en el mañana, pienso en el hoy. Tú estás vieja y lo ves ya todo como un libro leído… es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que llorar por este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón.

Yerma:
El cielo tiene jardines
Con rosales de alegría
Entre rosal y rosal
La rosa de maravilla.
Rayo de aurora parece,
Y un arcángel la vigila,
Las alas con tormentas,
Los ojos como agonías.
Alrededor de sus hojas
Arroyos de leche tibia
Juegan y mojan la cara
De las estrellas tranquilas.
Señor abre tu rosal
Sobre mi carne marchita.


Doña Rosita la Soltera

Ama:
Cuando se abre en la mañana,
Roja como la sangre está.
El rocío no la toca
Porque se teme quemar.
Abierta en el medio día
Es dura como el coral.
El Sol se asoma a los vidrios
Para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
Los pájaros a cantar
Y se desmaya la tarde
En las violetas del mar,
Se pone blanca, con blanco
De una mejilla de sal.
Y cuando toca la noche
Blando cuerno de metal
Y las estrellas avanzan
Mientras los aires se van,
En la raya de lo oscuro,
Se comienza a deshojar.

Rosita:
¿Por qué tus ojos traidores
con los míos se fundieron?
¿Por qué tus manos tejieron,
sobre mi cabeza, flores?
¡Qué luto de ruiseñores
dejas a mi juventud,
pues siendo norte y salud
tu figura y tu presencia
rompes con tu cruel ausencia
las cuerdas de mi laúd!
Primo:
¡Ay, prima, tesoro mío!,
ruiseñor en la nevada,
deja tu boca cerrada
al imaginario frío;
no es de hielo mi desvío,
que aunque atraviese la mar
el agua me ha de prestar
nardos de espuma y sosiego
para contener mi fuego
cuando me vaya a quemar.

Tía: Te has aferrado a tu idea sin ver la realidad y sin tener caridad de tu porvenir.

Bodas de Sangre

Leonardo: Callar y quemar es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!

Leñador: Pero sangre que ve la luz se la bebe la tierra.

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