Joaquín mira al cielo, lo abraza. Joaquín cree que es el espectador que mira dentro de una gran esfera ocular que es la atmósfera terrestre. Él es el centro al que emanan todas las emisiones lumínicas del Universo Todo.
Allá una estrella, ahí la Luna. Un satélite, un cometa, el humo, un meteorito, un avión, un ave, una bolsa de nylon, una hoja seca, el Sol, la nube.
Joaquín mira al cielo, y lo abraza y no sabe como.
Allá una nube, con forma de perro. Allá otra con forma de conejo, que más tarde pero en otro lugar, tendrá forma de nave espacial, pero que vista desde otra perspectiva, tendrá al mismo tiempo la apariencia de una lapicera con capuchón y todo. Allá otra que parece algodón, y allá otra que tiene forma de ojo.
Allá aparece una pequeñita intentando el parecido a una montaña nevada.
Y allá otra, con forma de billete de mil.
Aparece una con forma de casa, y enseguidita otra con forma de televisión plasma.
En el horizonte, una nube se dibuja con forma de plato caliente. Otra más cercana tiene forma de propina, y la que está justo encima se parece a un taxi libre.
Joaquín sigue mirando al cielo. Su madre lo llama a tomar la leche. Joaquín toma la taza, está caliente, humeante. Joaquín reflexiona, “todas las formas de la tierra se parecen a una nube”.
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